Alguien está planeando cultivar miles de versiones en miniatura de sí mismos en placas de Petri. Sí, leíste bien: avatares organoides que replican sus propias células y órganos.

¿La idea? Utilizar estas réplicas vivas como sujetos de prueba personales para suplementos, medicamentos y experimentos de nutrición. En lugar de adivinar qué funciona, recibirían retroalimentación en tiempo real de clones biológicos que comparten su composición celular exacta.

Es como tener un ejército desechable de micro-tú que recibe el golpe antes de que tragas esa píldora. Medicina personalizada en esteroides, sin los riesgos de ensayos humanos.

Pero aquí está el giro: si podemos cultivar órganos en platos, ¿estamos acercándonos a editarnos fuera de la existencia? ¿O simplemente hackeando la biología de la misma manera en que hackeamos el código?