A principios de noviembre de 2025, los accionistas de Tesla protagonizaron una «apuesta millonaria del siglo» — más del 75% de los accionistas votaron a favor de otorgar a Musk un paquete salarial que podría alcanzar hasta un billón de dólares. Este número suena absurdo, pero al desglosarlo, en esencia, significa que la cartera del jefe y el futuro de la empresa están estrechamente ligados durante los próximos diez años.

Primero, las reglas del juego. Si Musk recibe o no el dinero depende completamente de si Tesla logra obtener resultados sorprendentes. En cuanto a la valoración de mercado, la línea de salida es ahora 1.5 billones de dólares, y el objetivo final se fija en 8.5 billones — cada vez que la empresa cruce un umbral (por ejemplo, primero llegar a 2 billones, luego desbloquear recompensas cada 500 mil millones, y en etapas posteriores, saltos de billones), Musk podrá recibir en partes las acciones nuevas emitidas.

No basta solo con aumentar la valoración de mercado; los indicadores de rendimiento reales son aún más estrictos: el beneficio ajustado anual debe alcanzar 400 mil millones de dólares, vender en total 20 millones de autos, y también producir 100 mil unidades del robot humanoide «Optimus». ¿Esto es simplemente un negocio de fabricación de autos? Claramente, es una apuesta a que Tesla pueda transformarse de una compañía automotriz en un gigante tecnológico que abarque energía, IA y robótica.

¿Y por qué los accionistas están dispuestos a apostar? Probablemente porque esta lógica de incentivos es bastante directa — cuanto más rico esté Musk, más valdrá Tesla, y las acciones de todos los accionistas también subirán. Por supuesto, si en diez años no se alcanzan estos objetivos, Musk no recibirá ni un centavo de su salario. El resultado de esta apuesta podría redefinir la mayor estrategia de incentivos en la historia empresarial.