He perdido la cuenta de cuántas veces he vuelto al pueblo natal por un funeral.
Cada vez que un anciano se va, se lleva consigo un fragmento de mi infancia relacionado con él. Como piezas de un puzle, una tras otra, se pierden para siempre. Heidegger decía que el ser humano es un "ser-en-el-mundo", pero al final debemos afrontar el "desaparecer-en-el-mundo". De repente he comprendido una fórmula sobre el envejecimiento: Si la vida tuviera un valor absoluto, cuando la velocidad a la que creas nuevos vínculos ya no puede igualar la velocidad a la que se rompen los antiguos, entonces estás envejeciendo.
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He perdido la cuenta de cuántas veces he vuelto al pueblo natal por un funeral.
Cada vez que un anciano se va, se lleva consigo un fragmento de mi infancia relacionado con él.
Como piezas de un puzle, una tras otra, se pierden para siempre.
Heidegger decía que el ser humano es un "ser-en-el-mundo", pero al final debemos afrontar el "desaparecer-en-el-mundo".
De repente he comprendido una fórmula sobre el envejecimiento:
Si la vida tuviera un valor absoluto,
cuando la velocidad a la que creas nuevos vínculos ya no puede igualar la velocidad a la que se rompen los antiguos,
entonces estás envejeciendo.