Las plataformas DeFi centradas en la privacidad fallan con frecuencia, y el problema principal no suele ser la funcionalidad en sí, sino esos procesos operativos complicados. Los usuarios solo quieren una experiencia sencilla, pero al ingresar en un proyecto, se enfrentan a un montón de molestias: cambiar a una cadena subyacente desconocida, intercambiar entre activos, cambiar de billetera, firmar autorizaciones de forma continua... Estas operaciones hacen que la gente simplemente abandone.

El verdadero punto de inflexión se encuentra en los detalles. Tomemos como ejemplo los DEXs más utilizados en Arbitrum; muchos usuarios fallan en esta etapa. Un proceso de interacción que debería ser fluido, por un diseño de experiencia inadecuado, termina convirtiéndose en una señal de rechazo para los usuarios. Por eso, algunos protocolos con funciones completas no duran mucho: no es que el producto no sea lo suficientemente fuerte, sino que los usuarios aún no han podido experimentar el valor, y ya están confundidos por el proceso.