Aquí tienes un dato fascinante de neurociencia: aproximadamente el 8% de la población posee una variación genética que cambia fundamentalmente la forma en que su cerebro responde al alcohol. En estos individuos, una sola bebida provoca una oleada rápida e intensa de dopamina—esa avalancha de químicos que generan sensación de bienestar llega de forma rápida y contundente. ¿El resultado? Pueden seguir bebiendo una tras otra, cada una activando el sistema de recompensa una y otra vez. Mientras que otros pueden sentir que el efecto se desvanece o que las ganancias disminuyen, estas personas permanecen en un estado placentero. Es un recordatorio claro de cómo las diferencias genéticas conectan de manera distinta nuestros sistemas nerviosos, afectando todo, desde la respuesta a sustancias hasta la sensibilidad a la recompensa. No todos los cerebros reaccionan igual ante el mismo estímulo.