#代币分配与空投 Al ver el diseño de ZAMA, producido en los Países Bajos, mi primera reacción fue recordar recuerdos olvidados. En la ola de ICO de 2017, vi demasiados esquemas de distribución de tokens en diferentes proyectos: algunos con rondas ángel que permitían obtener la mayor parte, otros en la fase de venta pública que eran devorados en segundos por bots y grandes inversores, dejando a los pequeños inversores solo con las sobras. Las lecciones de aquellos años quedaron profundamente grabadas, porque un mecanismo de distribución injusto suele predecir una futura fractura en la comunidad y una pérdida de confianza en el proyecto.
Esta vez, ZAMA utiliza cifrado homomórfico completo para realizar una subasta holandesa sellada. La lógica central la entiendo: sin carreras por adelantado, sin bots, con descubrimiento de precios automático. Este método, en teoría, elimina las viejas prácticas de las ventas públicas tradicionales: sin transacciones previas de mineros, sin hordas de bots comprando en masa, y con precios que se determinan naturalmente mediante subastas. Desde el punto de vista de la equidad en la distribución, ciertamente es un avance respecto a la mayoría de los proyectos que he visto.
Pero, para ser honesto, el porcentaje del 10% de tokens ya determina el alcance del proyecto. He visto demasiados proyectos donde una pequeña proporción en la venta pública significa que los inversores tempranos, la fundación y el equipo ya han asegurado la mayor parte. La transparencia de la subasta holandesa no puede cambiar el marco fundamental de distribución. La clave no está en cuán innovador sea el mecanismo en sí, sino en si las promesas ecológicas que acompañan ese 10% se cumplirán: si los tokens tienen un escenario de liquidez real, si la comunidad participa realmente en la gobernanza, y si la hoja de ruta de desarrollo es confiable.
La historia me ha enseñado que un mecanismo de emisión atractivo nunca ha sido el factor decisivo para el éxito de un proyecto. He visto a los airdrops más justos ser vendidos en masa por grandes inversores, y también a distribuciones menos justas que han dado lugar a comunidades fuertes. Lo que realmente importa es si los participantes pueden ver valor en el desarrollo posterior. La ventana del 12 de enero de ZAMA, en lugar de considerarse una "última oportunidad", es más bien un punto de observación: para ver si este proyecto realmente aborda la distribución con un idealismo técnico.
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#代币分配与空投 Al ver el diseño de ZAMA, producido en los Países Bajos, mi primera reacción fue recordar recuerdos olvidados. En la ola de ICO de 2017, vi demasiados esquemas de distribución de tokens en diferentes proyectos: algunos con rondas ángel que permitían obtener la mayor parte, otros en la fase de venta pública que eran devorados en segundos por bots y grandes inversores, dejando a los pequeños inversores solo con las sobras. Las lecciones de aquellos años quedaron profundamente grabadas, porque un mecanismo de distribución injusto suele predecir una futura fractura en la comunidad y una pérdida de confianza en el proyecto.
Esta vez, ZAMA utiliza cifrado homomórfico completo para realizar una subasta holandesa sellada. La lógica central la entiendo: sin carreras por adelantado, sin bots, con descubrimiento de precios automático. Este método, en teoría, elimina las viejas prácticas de las ventas públicas tradicionales: sin transacciones previas de mineros, sin hordas de bots comprando en masa, y con precios que se determinan naturalmente mediante subastas. Desde el punto de vista de la equidad en la distribución, ciertamente es un avance respecto a la mayoría de los proyectos que he visto.
Pero, para ser honesto, el porcentaje del 10% de tokens ya determina el alcance del proyecto. He visto demasiados proyectos donde una pequeña proporción en la venta pública significa que los inversores tempranos, la fundación y el equipo ya han asegurado la mayor parte. La transparencia de la subasta holandesa no puede cambiar el marco fundamental de distribución. La clave no está en cuán innovador sea el mecanismo en sí, sino en si las promesas ecológicas que acompañan ese 10% se cumplirán: si los tokens tienen un escenario de liquidez real, si la comunidad participa realmente en la gobernanza, y si la hoja de ruta de desarrollo es confiable.
La historia me ha enseñado que un mecanismo de emisión atractivo nunca ha sido el factor decisivo para el éxito de un proyecto. He visto a los airdrops más justos ser vendidos en masa por grandes inversores, y también a distribuciones menos justas que han dado lugar a comunidades fuertes. Lo que realmente importa es si los participantes pueden ver valor en el desarrollo posterior. La ventana del 12 de enero de ZAMA, en lugar de considerarse una "última oportunidad", es más bien un punto de observación: para ver si este proyecto realmente aborda la distribución con un idealismo técnico.